La Austríaca, la auténtica 'old school'.




Érase una vez, a principios del siglo XIX, en aquella gran Austria, calificada como Imperio, ya que ocupaba partes de Suiza, Alemania, Rumania, Polonia, Eslovenia, Croacia y algún territorio europeo más, vivía un personaje curioso y soñador. Funcionario del Imperio, nacido en una familia acomodada, y tras asistir a la Universidad para completar su educación, el bueno de Joseph Kyselak gustaba en sus vacaciones de viajar a lo largo y ancho del mundo, llevando consigo lo mínimo posible.

Resulta, que un día, siendo un veinteañero impulsivo y soñador, Joseph hizo una apuesta con unos amigotes. Me imagino la escena. 'A que soy capaz de dar mi nombre a conocer por todo el Imperio en menos de 3 años', ya sabéis. Al fin y al cabo, todos los tíos somos iguales, y siempre hemos sido así.'¿A que no hay huevos...?' responderían los amigos. Y ya la tenemos liada. Joseph, en una vanguatrdista visión de márketing, decidió darse a conocer de la manera más sencilla, escribiendo su nombre en todos los lugares posibles. Se puso el petate al hombro, y, en apenas un año, su nombre era conocido en todo el Imperio por sus firmas. ¿Es, por tanto, el padre del graffiti? ¿Se podría considerar como el padre de la publicidad viral? No seré yo quien lo afirme, pero desde luego, el chaval estuvo rápido.

Resulta, que eligió los lugares, por un lado, más transitados para escribir su nombre, como eran las estaciones de tren aquel entonces. Y, además, dado que era un avezado montañero y aficionado a la escalada y el senderismo, aún hoy, más de uno y de dos se han sorprendido encontrando la firma de Kyselak en cimas de montañas, cinceladas en la roca, o pintada con pintura negra. A día de hoy, mas de dieciséis firms han sobrevivido más de un siglo, y muchas de ellas son perfectamente legibles a día de hoy. Incluso, cuenta la leyenda, que en su afán por darse a conocer, comenzó a pintar incluso en edificios de la administración del Imperio, iglesias, puentes y demás. En una de esas, se inauguraba un puente, y a Joseph le pidieron, opr favor, que respetara el puente una semana, hasta que fuera inaugurado. Efectivamente, Joseph esperó una semana exacta, hasta que lo firmó. 

Pero aún hay más. Circula otra leyenda que asegura que tras firmar en un edificio oficial del Imperio, Joseph Kyselak fue citado con el emperador, para reprenderle y pedirle explicaciones. Tras la cita con el emperador, se dice, que éste levantó un documento de su mesa en el que estaba trabajando, y que ahí, en su escritorio, aparecía la firma del mismísimo Kyselak. Aunque ya advierto que esto no son más que leyendas e historias que circulan sobre él. El pobre Joseph moriría de cólera a la tierna edad de 32 años, aunque, como suele ocurrir, hay quien dice que vivió hasta los 36.
Todo esto, queridos amigos son anécdotas e historias deliciosas que uno descubre viendo el Canal de Historia, de la televisión digital, y evitando partos televisivos, basura, y alcantarillas catódicas que desembocan en la televisión de este país. Porque la televisión no es mala per se. Es mala según quién dirija la cadena. No es lo mismo un Vasile, que una persona con dos dedos de frente. Aunque claro, las audiencias no tienen nada que ver. Porque al fin y al cabo, si esta sociedad es una mierda, es lógico que necesite más mierda. Es lo que se denomina un feedback.

No hay comentarios: