Mal ejemplo

Existen símiles y metáforas que están cogidas con pinzas. Aún recuerdo aquella de Zapatero, divagando sobre si la economía es un “estado de ánimo”. Yo escribí en su momento que aparte de una alegoría muy simplona y poco razonada, era poco útil, pues si Pepa va al mercado, el kilo de naranjas no lo puede pagar con 300 alegrías. Y hoy, el culpable de que esté aquí, afilando los colmillos, no es otro que Cantalamessa (que un poquito cantamañanas también es) quien ha comparado los ataques que recibe la Iglesia Católica con los ataques antisemitas.

Resulta que nuestro amigo Raniero Cantalamessa, desde hoy, nuevo ídolo personal, durante la Pasión del Señor, celebrada el otro día en esa caja fuerte llamada “El Vaticano”, citó en su discurso una supuesta carta enviada por un amigo personal judío, en el que decía literalmente "Estoy siguiendo con disgusto el ataque violento y concéntrico contra la Iglesia, el Papa y todos los fieles. El uso del estereotipo, echar las culpas personales a la colectividad me recuerda los aspectos más vergonzosos del antisemitismo". Poco después, su compañero Lombardi, de nombre Federico, y portavoz del Papa, ha decidido desmarcarse de tales palabras, diciendo que esa no es la línea a seguir por la Iglesia. Un ejemplo sobre cómo tirar la piedra y esconder la mano.

Porque, claro, a un cristiano (por poca decisión que tuviera en aquél momento, y toda la moral laxa que tenga al respecto de la fe y sus tradiciones, soy cristiano) le resulta confuso estas contradicciones a la hora de hacer declaraciones. En mi opinión, una organización como la Iglesia, con la misión de unificar bajo la misma fe a millones de personas, requeriría, que menos, que tuviese una homogeneidad en sus expresiones públicas. Pero claro, que se puede esperar de una secta cuyo máximo mandatario se refiere a los miles de casos de violaciones y pederastias efectuadas por sus adláteres como “errores puntuales”, y sigue proclamando que deben ser castigados, pero sin hacerlo. Puestos a hacer comparaciones como las de Cantalamessa, a mi me resulta comparable a Batasuna, quienes proclaman que deben llegar al diálogo, sin condenar la violencia y los actos terroristas.

Y voy más lejos aún. Quizás Cantalamessa no haya leído las memorias de Ratzinger (¡Puños fuera!), que yo tampoco, pero es de conocimiento público que el sumo pontífice, allá por el año 1941, en su Alemania natal (no sé si con la fecha y la ubicación saben por dónde van a ir los tiros), nuestro querido Joseph se alistó en las Juventudes Hitlerianas. Y esto está admitido por él mismo, no son correveidiles, ni rumores soltados por Lydia Lozano.

Porque vale, al Papa se le está metiendo mucha caña. Es algo evidente. Pero es que los compis de juego que se ha echado no son para menos. El que no es pederasta, dice que la Iglesia tiene poco dinero, el otro con que si la homosexualidad es una enfermedad, y que si la abuela fuma. Y ahora, el antisemitismo. Tócate los cojones.

Se me ocurre que quizás quieran quitarse de encima la vitola que les puso Karlo Petranovic, el más conocido miembro de la Iglesia Católico, que ayudó a Joseph Mengele, al general de las SS Hans Finsböck, y a alguno más, a huir cuando el Holocausto judío llegaba a su fin, de Alemania, y encontrarles, de paso, una madriguera segura. Y no solo eso, si no que hasta donde yo sé, la Iglesia aún no ha pedido perdón por su silencio durante aquel deleznable suceso. Pero claro, según Paluzzo Paluzzi, cardenal del siglo XVII, "Si el Papa ordena liquidar a alguien en defensa de la fe, se hace eso sin cuestionamientos. El es la voz de Dios y nosotros somos la mano ejecutora."

Así que, lo de Cantalamessa es tirar la piedra y esconder la mano. Pero lo que él no sabe, es que las piedras han caído en su propio tejado.