No siempre lo justo es lo correcto


El término Justicia es una de las palabras más difíciles de definir y de las que más preguntas se han hecho. Filósofos, juristas y escritores, entre otros, han tratado de dar su concepto pero, ninguno se ha considerado como universal. Es por ello que surge la pregunta: ¿Qué es la Justicia?
El jurista Hans Kelsen afirmó que: “No hubo pregunta alguna que haya sido planteada con más pasión, no hubo otra por la que se haya derramado tanta sangre preciosa ni tantas amargas lágrimas como por ésta; no hubo pregunta alguna acerca de la cual hayan meditado con mayor profundidad los espíritus más ilustres, desde Platón a Kant. No obstante, ahora como entonces carece de respuesta”.
Desde tiempos romanos la justicia se ha representado mediante la diosa Themis, portando en su mano una balanza y la espada de la justicia a la par que una venda cubre sus ojos.
Todo esto es muy bonito, muy idílico, pero la realidad del día a día es otra. “No siempre lo justo es lo correcto”. La justicia en nuestra maravillosa democracia debe ceñirse al código apropiado y desgraciadamente ese código actual carece de justicia moral.
Cada día un juez o jueza se levanta olvidándose por completo de a quien sentenció el día anterior o lo que es peor, a quien no sentenció. Para un juez o jueza pasan página al apagar la luz cada noche, la vida de aquellos a quienes apenas unas horas antes ha tenido en su tribunal, desaparece de su archivo particular y pasa a archivarse de la manera más literal posible.
Tienen en su mano un “cara o cruz” que debe sentenciarse en función de las pruebas y testimonios que presenta cada parte. He aquí el primer problema, hay pruebas que son desestimadas, ¿Quién tiene el poder de dar una prueba como válida o inválida? Quiero decir, ¿Quién tiene el poder moral?
Resulta extraño ver como la sociedad en la que vivimos confía ciegamente en la justicia, en la policía y en todos los organismos políticos y sociales que se encargan de este escabroso asunto. Resulta muy extraño, repito, cuando casi a diario nos dan a conocer casos de corrupción, abuso de poder y un largo etcétera. Alto y claro lo digo, ante ustedes tienen a una española que simpatiza con la democracia y que no cree en la justicia y es que, queridos lectores, el mundo y lo que observo en el día a día han hecho que esta incredulidad se de en mí.
¿Qué sucede con las personas que han sufrido injusticias y no tienen medios para probarlo? ¿Qué pasa con las pruebas que se desestiman? ¿Qué explicación se le debe dar a una persona que aguanta la sonrisa de quien le ha causado un mal, mientras ve que se ha librado de lo que era justo? ¿Qué pasa con aquellas personas que deben esperar años a tener una respuesta a sus demandas? No se engañen ustedes, las cosas de palacio no van tan despacio, la justicia no existe, es un termino mítico al que se le ha dado bombo y platillo por que es políticamente correcto dárselo.
Miren ustedes la cara de esta mujer, fue jueza del juzgado de Violencia de Género número 1 de Santander. María Jesús García Pérez, recordaré ese nombre y esa cara mientras viva.
Fue cesada y degradada a Bilbao por unas declaraciones en las que dijo perlas del siguiente calibre “la orden de alejamiento no sirve para nada”, “Me aburre escuchar las mismas historias día a día y dar pañuelos a las mujeres” , “Cogí este (el juzgado) por tomar experiencia y ver como era por dentro, no por ser mujer” o “Yo soy de los jueces que está en contra de esta ley”. 3.000€ de multa fue el castigo impuesto a esta jueza al calificar sus declaraciones como falta muy grave.
Esta magistrada me desestimó pruebas que, muchos abogados posteriormente, me dijeron que eran absolutamente viables. La recuerdo como una mujer que fumaba mientras me tomaba declaración, lo cual dejaba claro su profesionalidad y compostura, dirigiéndose a mi en todo momento con rabia y superioridad, como si estuviera perdiendo su valioso tiempo conmigo.
Despachó a la persona a la cual había demandado con un simple “Si vuelves ha hacerlo te pido cárcel” y sin ningún tipo de gesto en su rostro archivó el caso, dejándolo estar. Por su culpa, yo tuve que ver la amplia sonrisa que abarcaba la cara de la persona que yo había denunciado. Tuve que agachar la cabeza y pasar página sabiendo que jamás tendría la justicia que me merecía.
Con cosas así, no pretendan ustedes o,  la sociedad o, el gobierno o quien se me ponga por delante que yo confíe en la justicia. Moralmente sí sentí que se había hecho justicia cuando leí que la magistrada-fraude había sido cesada y multada pero la justicia real, la que hace o, mejor dicho, debe hacer que el mundo sea mundo, esa no la conocí. Afortunadamente todos tenemos justicia moral en la medida de lo posible, pero la real, esa, esa no existe.
María Arce España para “No me pongo ni colorado”.

3 comentarios:

David García Verdejo dijo...

La justicia no existe, son los padres.

María Arce España dijo...

calla calla! apañados iríamos entonces jajajajaja

Anónimo dijo...

www.elprogreso.es/articulo/lugo/jueza-vigilancia-penitenciaria-lee-cartas-tarot/201805301910591315249.html