De aquellos barros, estos lodos...




Es la una del mediodía en un céntrico ambulatorio.Me encuentro esperando a que me llamen y pasar a consulta. A mi alrededor, aparte de señoras mayores que dan la sensación de haber ido por pasar la mañana, no hay nada que llame la atención salvo ese grupito. Tres personas, las cuales deduje en aquel momento serían padre y dos hijas. Y así, sin más, no debería de haber nada más interesante. Sin embargo, la descrpción que me predispongo a hacer no es un caso hipotético, ni una exageración para hacer esto más interesante, que yo no gano nada entreteniendoos aquí. Ni cobro dinero por cada visita. Por desgracia.

Decía que el padre, acompañado de sus hijas me llamó la atención desde un primer instante. Y no es para menos. De tez morena, y arrugas que justificaban su edad, mirada inquieta, turbada, de esas miradas que el receptor no sabe cómo interpretar. El pel, que le empezaba a escasear, estaba alborotado, dando la sensación (y casi confirmando) que el sujeto acudía a su cita sin duchar. Ni afeitarse, huelga decir. En su brazo derecho se puede atisbar lo que tenía la pinta de ser un tatuaje taleguero, o cuando menos, un tatuaje muy antiguo, hecho con tinta china y que con el paso del tiempo se vuelve verde. Aparte de esto, su atuendo consistía en un pantalón de pitillo, extremadamente apretado, propio del más acérrimo seguidor de Iron Maiden o Sex Pistols. Una camiseta negra, sin planchar, ni marca, ni nigún detalle más, bajo un chaleco vaquero, desgastado en sus bordes, que daba la sensación de haber pertenecido al mismísimo Levi Strauss. Pero, lo que más llamaba la atención, era su calzado. Para no desentonar con su atuendo vaquero (digo yo, no lo se, no hablé con él), unas botas de piel marrones, con suela dura, y de un brillante colo marrón cimentaban su imagen de tipo duro, salido no hace mucho tiempo de alguna cárcel.

Pero sus acompañantes no se quedaban atrás. Dos chicas, de edades entre 16 y 14 años, cuyo mínimo común múltiplo era el pantalón de chándal de tela de chubasquero, y pendientes de aros muy grandes. Su actitud, digna de un ghetto de The Wire, se muestra enter rebelde, chulesca, y prepotente. La manera de mascar el chicle, de hablar y de gesticular, te confirma tus sospechas. Tienen que ser sus hijas. Padre gato, hijos michines, que se dice.

El suceso que me hizo cuestionarme a qué punto estamos llegando de no saber estar, de faltar al respeto y a la educación es el que sucedió a renglón seguido de mi análisis visual de los protagonistas del artículo. Resulta que el hombre debía de llevar un buen rato esperando, e iba a perder el autobús para volver a casa (de esto me enteré después, porque se fue gritándolo). Resulta que de la consulta del médico salió una chica. Y ahí fue cuando abrieron los toriles y decidido a empitonar como estaba el miura, se levantó de su asiento y se puso a increpar a la susodicha. Al parecer, la chica había tardado más de lo que el fulano consideraba oportuna. Y, ante la perspectiva de bronca, sus hijas, lejos de tratar de apartarle, o calmarle, decidieron rodear a la tipa, y gritarla al oído improperios tales como: 'Ya te pillaremos en la calle, hija de puta, que nadie le jode a mi padre y sale viva'. Alucinante. A partir de ahí, tuve que entrar en la consulta. Y me perdí el resto de la jarana, que por lo que pude oír, se prolongó un rato más.

Acojona pensar que a esa gente se la permita educar a personas que el día de mañana tendrán que encargarse de ellos mismos. Luego protestarán cuando les encasqueten en un asilo a las primeras de cambio, y no vuelvan a ver a sus hijos en la puta vida. O cuando veamos las sesiones del Congreso aacbar a palos, como suelen en países como Filipinas, Timor Oriental, o vete tú a saber. Luego todos nos volvemos dignos, y criticamos a los demás cuando vemos cosas parecidas. La paja en el ojo ajeno, vamos. Esta sociedad me dan ganas de vomitar. No soy el más exquisito, ni el que mejores modales tiene, de eso estoy seguro. Y una salida de tono la puede tener cualquiera, que a toda puta se le puede escapar un pedo. Pero hacer este tipo de cosas por sistema, como mucha de esta gente que aprende a comportarse así en casa, provoca que luego  también lo hagan fuera de casa, y que,cuando al chaval (o chavala, Bibiana, o chavala) se le ocurra tomarse dos copas, y lo pague con cualquier persona que pase por allí, le reímos las gracias. No te jode. 

Voy a empezar a salir con una recortada de casa. Y al que se me ponga tonto, ¡zasca!. Un disparo en el estómago. Y que vaya a protestar al maestro armero.

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