¿Que te llevarías a una isla desierta?




La típica pregunta idiota de noches largas y regadas en alcohol. Respuesta: Me llevaría un barco, muchos bidones de gasolina, y un GPS, para salir de la isla y volver a la civilización.Y hasta no hace mucho tiempo, estaba seguro de ello. Pero, hoy día, hay cosas que me hacen cuestionarme si merece la pena. Si no sería mas útil, más comodo, y más saludable para mi salud mental, quedarme a solas con los cocoteros y las arrecifes de coral, tumbado en una playa desierta, con el rumor de las olas inundándome los oídos, y una suave brisa acariciando mi piel tiznada por el sol, que volver a una sociedad donde tiene más importancia el color de bragas de Karmele Marchante que una presentación de un libro de Paul Auster (por poner un ejemplo, vaya).

Y, la verdad es que pensándolo fríamente, quizás cambiaría mis tres elementos a llevar a la isla. Sinceramente, me llevaría un cargamento con toneladas de crema protectora, miles de libros para leer tumbado a la bartola bajo una palmera, y un mechero, para las hogueras, que hacer fuego con palos es muy cansado. Y ahora preguntará algun/a iluminado/a luciérnaga desmarcada de la oscuridad mental que nos rodea a todos: ¿Y no llevarías comida? Pues, honestamente, si Marlene Mourreau fue capaz de sobrevivir, yo, que en mis mañanas resacosas me trago a mi amigo Bear Grylls y sus pantomimas, no debería tener problema alguno para encontrar comida y agua potable.

Y es que no soy un enamorado de la playa, pero si de la soledad. Puede ser que sea un antisocial, un maldito ermitaño empeñado y empecinado en preocuparme solo de mis cosas, pero no puedo evitar que me molesten ciertas conversaciones de marujas a voz en grito, las abuelas que se detienen en mitad de las aceras estrechas de la calle mas concurrida de tu ciudad, de niños caprichosos y llorones, que harían las delicias de Herodes (¡¿dónde estás?!), de macarras y mafiosos de barrio que no tienene media hostia. Y eso sólo se puede obtener en cualquier pedazo de tierra que asome sobre algun punto indefinido del océano Pacífico.

Y hablando de islas desiertas. Medio planeta se está volviendo loco por el final de la serie Perdidos (Lost, para los más freaks). Yo, confieso que apenas vi 4 capítulos de la primera temporada, pero ya tuve suficiente. No pensé jamás que una serie sobre náufragos en una isla pudiera dar lugar a semejante ristra de capítulos y banalidades hiladas y proyectadas a todo el planeta. Y lo que decía es que, como suele ocurrir, tan grande fue la expectación por ver el desenlace de un guión extremadamente caprichoso, que al final, hubo gatillazo. Coitus interruptus habemus.

Y es que, tan importante es tener una buena idea para realizar una serie, como saber finiquitarla. ¿Ejemplo? Los Serrano, Hospital Central, la propia Lost, y continuaciones y secuelas prolongadas en exceso (véase Aida, o La que se Avecina) son ejemplos meridianos de lo que no se debe hacer. No voy a comentar el final de Los Serrano, puesto que es conocido por todos, y el de Hospital Central tampoco, porque no la he visto jamás. Acerca del final de Lost, todo el mundo habla de decepción, y en cuanto a las secuelas Aida y La que se avecina, es prolongar una agonía de series líderes en audiencia, que terminan perdiendo la esencia propia de la serie. Así, se ven casos como el de Aida, en la que se centran en un personaje de una serie anterior, para desarrollar a partir de ahi con nuevos personajes, y que, al final, incluso la propia protagonista de la serie, que da nombre a la misma, desaparece de la serie, asqueada y harta de hacer siempre el mismo papel. Y me parece lógico, de hecho. Nada que ver con David el Gnomo, que, pese a ser una serie para niños, tenia un final elegante, bonito, emotivo (cómo lloré con el último episodio), y que no deja lugar a interpretaciones ni secuelas. Hubiera estado fuera de lugar que surgiera otra serie con Swift, o los Trolls como protagonistas.

Y, total, que para evitarme estos disgustos, me quedo en mi isla, mientras devoro las páginas de El Cuarto Protocolo de Frederick Forsyth, con un coco en una mano, unas gafas de sol, y silencio. Mucho silencio. Y a la television, que la den por culo.

2 comentarios:

Pau dijo...

¿Ves como los años no pasan en balde para nadie?
Está claro, que para la salud mental de cualquiera con un mínimo de cordura es mucho mas útil, cómodo y saludable sobretodo, el escaparse una buena temporadita al menos, a alguna islilla de la que nadie sepa su existencia.

Y si el señorito lo permite, me incluyo en tu equipaje, que para eso creo que fui yo la que sacó el tema por primera vez. Si necesitas soledad, no te preocupes, que yo estaré al otro lado de la isla esperándote. ;)

María Arce España dijo...

Asique aparte de los libros, el mechero y la crema te llevarías unas gafas de sol....interesante.

Por cierto, los serrano afortunadamente no me marcaron tanto por que dejé de verlo, pero los hombres de paco....esos si que decepcionaron a todo el mundo en la última temporada....y eso que el final fue mas o menos decentillo para lo que podía haber sido.

QUE VIVAN LAS ISLAS DESIERTAS!