E guarda a voi, qui si sono



Un día cualquiera en los que nada parece que vaya a cambiar, de esas noches por las que no te apetece luchar, y te rindes entre el roce de las sábanas, y el rumor lejano de una película, entregando la cuchara y diciéndole a Morfeo que te lleve de viaje. Un día tras otro, y tras otro, y tras otro. Y de pronto, la rutina se corta. Tenía que salir, y por fuerza conocer gente nueva. Miedo a salir de ese pozo mental en el que estaba. ¿Realmente merecía la pena el salir de casa para conocer a alguien? ¿Qué me podían aportar esas nuevas personas? ¿Una noche entertenida y hasta más ver?

Pues resulta que no. Resulta que entraste en mi vida de sopetón, e hiciste que me abriese. Conseguiste alegrarme los días, que no me pesaran las piernas al madrugar, y me hacía tener ganas de quedarme despierto para charlar contigo. Jamás 100 kilómetros de distancia fueron tan intrascendentes. Las conversaciones, la conexión que yo sentía iba en aumento. Y más tras esa primera noche donde yo, cobarde de mí, no tuve la sangre fría de intentar lo que mi cabeza me decía, y que hizo que huyese ya por la mañana. 

Por suerte, me diste otra oportunidad, pero esta vez en tu terreno. Y tenía muy claro que no pensaba desaprovecharla. Tras el tímido beso de saludo, roce casi casual de labios, y ya en el cine, me quedé prendado cuando comenzamos con las caricias durante la película. Las manos entrelazadas, sentir tu cuerpo, sentir que alguien tan especial como tú sentía algo hacía mí realmente me hizo sentirme feliz por primera vez en muchos meses. Y por eso desde aquel día debo darte las gracias. Porque esos ojos, esa mirada a veces picarona, a veces confidente, a veces sincera, a veces huidiza, me volvió loco el primer día, tus labios me conquistaron el segundo. Y entre medias, tu sinceridad, tu conversación, tu interés, tus gustos e inquietudes me hicieron cómplice en parte de tu vida. Y, la verdad, hiciste que me sintiera cómodo con ello.

Quizás por ese nivel de confianza y conexión que siento contigo, me puse tan nervioso cuando viniste aquí por última vez. Porque me siento muy a gusto y feliz a tu lado, y no quería que esos días se acabaran. Por eso traté de aprovecharlos al máximo, y opr eso estaba tan pegajoso. Porque me gustas mucho, y siento algo por tí. Y quiero aprovechar mi tiempo al máximo.

No sé si era algo así lo que querías, o si preferías una descripción más centrada en tí misma, pero esto es lo que me ha salido. Explicarte el cómo eres para mí, cuánto eres en mi vida, y el cómo me siento contigo. Nada más. 

Musus, ederra.

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